viernes, 21 de noviembre de 2008

Oprimes mis impulsos...

Giro mi mirada hacia el mismo lugar. Estás ahí una vez más, observándome... Retas a mi cordura, aquella que se vulnera ante tu presencia.¿En qué dimensión vives?
No logro controlar mis movimientos, el miedo abraza y asfixia mi capacidad de razonar. ¿Cómo logras entrar aquí cada vez que te lo propones?. Incrementas segundo a segundo mi nivel de desesperación. Ante tu espantosa imagen, ¿existe alguien capaz de resistirlo más que yo?
Creas un aura de pestilencia que envuelve y contamina el aire que pasa a través de mis conductos.Oprimes mis impulsos, a la vez que aceleras mi ritmo cardíaco hasta llegar a percibir el flujo sanguíneo que corre bajo mi piel. Ríes burlonamente, gozando con tu cometido, encomendado, tal vez, por ocultas fuerzas que fluyen desde las profundidades más oscuras del Averno. ¿Por qué a mí? ¿Obra de quién? Recuerdos vagos aparecen en mi mente, entre las descargas sinápticas que se suceden dentro de mi cabeza. Ante el lente de mis evocaciones remotas, surgen imágenes difusas que no logro comprender. Trato de enfocar, y sí… en un cerrar y abrir de ojos, desfilan por mi cabeza las reproducciones de aquellos hechos escondidos en lo más recóndito de mi golpeado cerebro. Inquietantes, perturbadoras... Visiones aterradoras, colmadas de odio y egoísmo, incontinencia e inconciencia, irreproducibles mediante frases.
Ante tal invasión, soy capaz de comprender la causa de tu horrorosa presencia... Desechadas almas a merced de mis despiadadas acciones. ¿En qué maldito estado se encontraban inmersas mi propia alma y mi mente al momento de llevar a cabo tales atrocidades?
Rozando los límites del raciocinio, no sólo ya puedo entender acerca del origen de tus frecuentes visitas, sino además del por qué mi cuerpo es absorbido por estas cuatro paredes. Inclinada mi cabeza sobre mis rodillas, no logro resignarme ante el destino que me aguarda. En el mismo lugar permaneces, lo sé, con tu impávida y a la vez escalofriante sonrisa, a la espera del fin.Siento una fuerte presión sobre mis sienes, que parece perforar mi cráneo de lado a lado. Grito y vocifero al mismo tiempo que mi cuerpo se desanuda violentamente. Oigo el golpe ensordecedor de mi occipital contra el duro y frío piso, mi vista se nubla e inmediatamente percibo, a pesar de todo, la calidez de mi propia esencia que se desparrama lentamente por detrás de mi cabeza...

Sólo necesito dormir para siempre…

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