
Que ridiculo (¿así se dice?), ayer me encontraba en el mismo lugar escribiendo sobre mi afan de superación, de como me había dado cuenta que mi castillo (torre, o sea lo que fuere) nunca se iba a poder construir. Que ingenuo de mi parte fue pensar que ya me había acostumbrado a eso, cuando en realidad todo seguía igual. En el momento que me vi frente a frente otra vez (como tantas otras veces) y las pulsaciones se me aceleraban, fué cuando supe que en mi nada había cambiado, que todo lo que creía tener superado, solamente estaba escondido, pero superado jamás.
{ Maldita suerte de quererte aunque se caiga el mundo }
No hay comentarios:
Publicar un comentario